Es que a veces me pregunto por qué la vida puede cambiar tan repentinamente. Pasa de una gama de color rosa a otra de color gris. Fue hoy a la tarde cuando el cielo se llenó de nubes. Estábamos recostados. Yo sentía su piel y él la mía. Pensaba "ojalá dure mil años más, ojalá", pero me voy dando cuenta que no solo alcanza con pensar. Sólo hace instantes veía tan lejano el hecho de estar lejos suyo. Lo besaba y pensaba "ojalá dure mil años más, ojalá". Luego de un instante, se quedó dormido entre mis brazos. Era tan hermoso sentir su espalda, yo pensaba "ojalá dure mil años más, ojalá". Fue ahí cuando sentí que ya no me abrazaba como ayer, era un abrazo frío. Pero qué digo? ni siquiera podía denominarse abrazo, era una especie de imposibilidad de resistirse al tercero. Reinaba un silencio, pero no de esos nuestros (esos en los que no hay nada más que decir), sino que era uno incómodo. De repente se levantó y se calzó sus zapatos de gamuza. Sorprendida por su actitud lo dejé ir, ya no sabía que hacer para detenerlo, y aunque él no lo crea, estoy completamente segura de que lo intenté. "No entiendes, las cosas son de a par" sonó de su boca. Abrió la puerta y se marchó. Intenté seguirlo pero solo lo retuve unos segundos. Lo besé sabiendo que era la última vez que lo haría y le desee la mejor de las suertes. Encontrará cientos de mujeres mejor que yo y que lo harán la persona más feliz, pero nunca lo amarán ni dos cuartos de lo que lo amo yo. Quizás algún día pueda encontrar otra cosa de las tantas en las que le fallé, pero en alguna vida voy a arreglarlas, una por una, y si es necesario remorver todas las montañas del universo lo haré tan solo para volver a abrazarte una vez más. Mientras tanto, intentaré conformarme con el olor que dejó en mi almohada, con su retrato en mi mesada, con un papel sobre la pared y un montón de recuerdos que guardo dentro de mí. Ojalá no dure ni dos minutos más.